La amarga espera de las familias de los prisioneros de Mariúpol
A Yevgenia Synelnyk le cuesta mirar la foto de su hermano, sintiéndose culpable de no "hacer lo suficiente" para encontrarlo, un año después de que fuese capturado junto a otros 2.000 combatientes por las tropas rusas, cuando cayó la ciudad ucraniana de Mariúpol (sureste).
Su hermano se convirtió en prisionero de guerra tras finalizar el asedio de la acería Azovstal en esa ciudad portuaria, ahora símbolo de la tenaz resistencia de los ucranianos, pese a la falta de hombres y armas.
Los defensores de Azovstal, organizados en túneles subterráneos, terminaron entregándose por falta de víveres y munición, pero aún así los ucranianos los consideran héroes.
Desde entonces, las familias luchan como pueden por el regreso de sus parientes, o al menos por obtener algo de información sobre ellos.
"Ahora ya casi no miro sus fotos porque me avergüenza un poco no hacer lo suficiente, o no haber hecho lo suficiente", admite Yevgenia Synelnyk, de 30 años.
"Él todavía está allí, yo todavía estoy aquí, y ya pasó un año. Me avergüenza un poco mirarle a los ojos, incluso en una foto", se lamenta.
Rusia confirmó que capturó a 2.439 combatientes, hombres y mujeres, antes de la caída de Mariúpol el 20 de mayo de 2022.
Algunas familias, que organizaron grupos de apoyo a los prisioneros, afirman que menos de 500 combatientes fueron liberados en intercambios, mientras el resto están aislados de sus familias, que a veces se preguntan si siguen vivos.
Tamara Protsenko, cuyo novio Oleksandr Kalashnyk está entre los prisioneros, participa en numerosas manifestaciones.
"Antes había más manifestaciones, y en todo el mundo. En este momento fui a protestar a Georgia, Polonia y a Ginebra", indica la joven de 21 años.
Las familias presionan para que las autoridades ucranianas obtengan la liberación de sus parientes, explica Ganna Lobova, cuyo marido Oleg también está en manos de las fuerzas rusas.
Lo que queremos es "recordarles que existimos", dice.
Ganna Lobova trabaja particularmente para obtener informaciones sobre la prisión de Olenivka, donde está detenido su esposo, cerca de Donetsk (este de Ucrania).
Docenas de prisioneros ucranianos murieron en un bombardeo a la cárcel, controlada por las fuerzas rusas, el pasado mes de julio. Kiev y Moscú se echaron la culpa mutuamente.
"Él estaba en las barracas que fueron destruidas. Las autoridades rusas lo dieron a la vez por muerto y herido", recuerda.
Pasaron semanas hasta que Lobova supo que su esposo estaba vivo, tras aparecer en unas imágenes en una cadena prorrusa en Telegram.
Tanto ella como las familias de prisioneros piden justicia para los que murieron en el bombardeo. También piden tener noticias de sus familiares, como establece el Convenio de Ginebra que impone poder escribir a los prisioneros de guerra.
Las pocas noticias llegan de los prisioneros que fueron intercambiados y que volvieron a sus hogares.
- "Lo más duro es no saber" -
Tras la liberación de 45 combatientes ucranianos a principios de mayo, Tamara Protsenko se reunió con todos ellos para recopilar toda información posible.
"Hoy me dijeron que si, que él está donde estaba, y en principio está sano", declaró el miércoles con una gran sonrisa.
"A veces tengo la impresión de que puede que ya esté muerto. Y no lo sabré", explica Protsenko. "Es lo que más temo".
Algunas familias no tuvieron ningún contacto con sus parientes desde los últimos mensajes que enviaron durante los combates en Azovstal.
"Lo más duro es no saber. Porque no sabes dónde está y cuándo volverá" y hay que esperar. "¿Hasta cuándo?", se lamenta Ganna Lobova.
No hay respuesta para esa pregunta, pero el gobierno ucraniano indicó que se esfuerza por organizar intercambios de prisioneros para todos sus combatientes capturados por Rusia.
"Mucho depende de la parte rusa", dice Petro Yatsenko, portavoz de la coordinación ucraniana para el trato de los prisioneros de guerra. Pero "intentamos conseguir la liberación de nuestros ciudadanos en la medida de lo posible".
P.Ries--LiLuX