Peregrinos sudaneses rezan por la paz en La Meca
Lejos de los violentos combates en Sudán, Kamal Kabachi reza por "la paz y la estabilidad" en vísperas de la gran peregrinación a La Meca, a unos 2.000 kilómetros de su país desgarrado por más de dos meses de guerra.
Kabachi es uno de los más de dos millones de musulmanes que se esperan en la ciudad más santa del islam, en el oeste de Arabia Saudita, para el hach que comienza oficialmente el domingo.
"Tengo mucho miedo por mi familia y mis hijos", confía a la AFP este funcionario de 52 años en el interior de la Gran Mezquita, vestido con un ihram (dos capas de tejido blanco que envuelven el cuerpo de los hombres durante la peregrinación).
Hace apenas unas semanas, proyectiles cayeron en su casa en El Fasher, capital de Darfur septentrional, en la región occidental de Sudán.
La vivienda sufrió graves daños, pero afortunadamente su familia ya la había abandonado huyendo de la violencia, detalla.
Desde el 15 de abril, una lucha de poder opone al ejército dirigido por el general Abdel Fatah al Burhan y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del general Mohamed Ahmed Daglo.
La guerra sumió a este país -entre los más pobres del mundo- en el caos, dejando más de 2.000 muertos y 2,5 millones de civiles tuvieron que huir.
La ONU está especialmente preocupada por la situación en Darfur, la región de donde es originario Kabachi, ya asolada por una guerra civil en la década del 2000 y escenario de las violencias más mortíferas.
"Levanto las manos hacia Dios todopoderoso para que resuelva los problemas en Sudán", subraya este padre de familia que realiza por décima vez el hach, uno de los cinco pilares del islam que un musulmán practicante debe llevar a cabo al menos una vez en su vida, si tiene los medios.
Dado que el aeropuerto de Jartum está cerrado por la guerra, Kabachi -al igual que otros peregrinos procedentes de Sudán- cruzó el mar Rojo en barco para llegar a Yeda, la ciudad saudita cercana a La Meca, en la que desde hace varias semanas se celebran conversaciones, sin éxito, entre los dos bandos rivales sudaneses.
- Solo Dios podría cambiar las cosas -
Ahmed Jaber, que lo acompaña en este viaje, asegura que los sudaneses "sueñan con la paz".
Este comerciante de 62 años, que realiza la peregrinación por primera vez, se preparaba desde hacía meses para rezar por su familia y sus seres queridos.
"Hoy no solo rezo por mi familia, rezo por todos los sudaneses", explica con lágrimas.
En Sudán la situación humanitaria catastrófica debería agravarse aún más con la llegada de la estación de las lluvias, sinónimo de recrudecimiento del paludismo, de inseguridad alimentaria y de malnutrición infantil.
Dos tercios de los centros de salud en las zonas de combate están fuera de servicio, mientras que 11 millones de personas necesitan asistencia sanitaria, según la Organización Mundial de la Salud.
En total, la ONU estima que 25 de los 48 millones de sudaneses no pueden sobrevivir sin ayuda humanitaria.
En este país de África oriental, a pesar de la tragedia humanitaria, los combates siguen haciendo estragos, las treguas sucesivas casi nunca se respetan y las múltiples iniciativas diplomáticas no dan resultado.
En La Meca, Maha Abdalá, ama de casa sudanesa de 50 años, no ve otra solución que confiar en Dios. "La situación es difícil. Muy difícil. Solo la intervención de Dios podría cambiar las cosas", lamenta.
E.Klein--LiLuX