Senegaleses siguen soñando con Europa, pese a las tragedias en el mar
El rumor se extendió por Mbour como las olas del Atlántico que rompen en la playa. Dos botes repletos de migrantes que partieron de esta ciudad senegalesa desaparecieron en su travesía de 1.500 kilómetros hacia las islas Canarias, en España.
Pero esta historia trágica no disuade a los desesperados hombres senegaleses que sueñan con una nueva vida en Europa.
"España...", suspira Abdou, un joven veinteañero.
"Todos queremos ir allí. Si un barco zarpa, yo salto adentro".
Está con unos amigos sentado en un refugio de planchas metálicas junto a la playa, un oasis de tranquilidad en medio del bullicio de esta ciudad portuaria a 80 kilómetros al sur de la capital Dakar.
Todos sus colegas coinciden con él. "Aquí, vivir o morir, es todo lo mismo. No hay trabajo, no hay dinero. La única solución es España", dice uno.
La travesía a las Canarias es una de las rutas más peligrosas que los migrantes del oeste de África emprenden para llegar a Europa.
La "ruta atlántica" conlleva días de navegación a través de corrientes traicioneras en grandes canoas abiertas motorizadas, conocidas como piraguas.
Estos botes de madera a menudo son viejos y no aptos para la navegación a mar abierto, están sobreocupados y carecen de agua y otras provisiones esenciales.
Según las autoridades españolas, 7.213 personas llegadas en 150 barcos desembarcaron en Canarias durante la primera mitad de este año, ligeramente por debajo de los 8.853 del mismo periodo de 2022.
La oenegé española Caminando Fronteras estimó la semana pasada que 951 migrantes habían muerto en este semestre, una media de cinco diarios.
- Desaparecidos -
Estos intentos suelen aumentar entre junio y septiembre, cuando los vientos son más favorables, dijo Moustapha Ndiaye, presidente de la asociación de pescadores en Mbour.
Estima que solo este mes han zarpado 10 piraguas que aprovechan la oscuridad de la noche para salir.
El jueves, un barco con 41 migrantes a bordo llegó al archipiélago español y otro, con 71 ocupantes, fue interceptado por la marina senegalesa.
Caminando Fronteras asegura que sigue sin noticias de tres barcos con al menos 300 migrantes a bordo, de los que dos zarparon de Mbour a finales del mes pasado. Los guardacostas siguen buscándolos.
El gobierno senegalés aseguró que 260 ciudadanos "en apuros (...) fueron rescatados en aguas territoriales de Marruecos" entre el 28 de junio y el 9 de julio.
El miércoles, al menos 14 personas murieron frente a Saint Louis, la ciudad más septentrional de Senegal, cuando su piragua volcó.
Ndiaye también ha escuchado "el rumor" de los barcos desaparecidos, pero apunta que muchos botes simplemente llegan tarde a su destino.
"Nunca sabes qué ocurre en el mar", afirma.
Estas canoas están capitaneadas por pescadores familiarizados con el mar o por "hombres de negocios" obsesionados en sacar el máximo provecho. Estos últimos cuentan con embolsarse hasta 20 millones de francos CFA (34.000 dólares) por cada trayecto logrado.
- Pobreza -
Como muchos en la zona, Ndiaye señala la pobreza como el principal motivo que empuja a la juventud hacia Europa. El tradicional sector de generación de empleo en la región, las pequeñas barcas de pescadores, se está apagando por la competencia.
"El Estado firma acuerdos con arrastreros de Europa y Asia para que realicen pesca a escala industrial", lamenta Ndiaye. "Hay menos pescado y los jóvenes se van".
Los sueños de los jóvenes se alimentan de las historias de aquellos que tuvieron éxito en su travesía, encontraron trabajo y ahorraron dinero, suficiente incluso para construirse una casa en Senegal.
Ousmane (nombre modificado), un hombre casado de 29 años con un hijo, dice que intentó llegar a Canarias en 2020, pero su barco fue interceptado por los guardacostas españoles.
Pero quiere intentarlo de nuevo tan pronto como pueda y marchar sin decírselo a nadie. "No tengo ninguna otra opción", asegura.
Un argumento parecido defiende Abdou, en el refugio de la playa. "Si te mueres de hambre, siempre acabas encontrando algo de comer en algún lado".
El hijo mayor de Mame Elimane Ndoye, de 69 años, marchó el 29 de junio, coincidiendo con "el día del Tabaski", el nombre que recibe en la zona la fiesta musulmana del Sacrificio.
"Compró un gran carnero para su padre" para que lo sacrificara en la fiesta familiar, recuerda Ndoye.
"El viaje fue duro", dice la madre por teléfono. "Había mucho viento. Apagaron el motor durante tres días. Entonces llegaron".
"Si Dios quiere y encuentra trabajo, nos enviará dinero y lo compartiremos entre todos. Estaremos orgullosos de él. Lo conozco, se las apañará", confía.
T.Sabotic--LiLuX