El trágico destino de un migrante y su familia en el desierto entre Libia y Túnez
"Fue la última vez que estuvimos felices", explica Mbengue Nyimbilo Crepin sin despegar la vista de su teléfono móvil, donde se le ve sonriendo junto a su esposa e hija. Meses más tarde, otra fotografía hizo añicos la vida de este migrante camerunés en Libia, apodado Pato.
En la imagen que le mostró un amigo en internet, vio los cuerpos sin vida de su esposa marfileña, Fati Dosso, y de su hija, Marie, abandonados en la arena. Tenían 30 y seis años.
Pato se había separado de ellas el 19 de julio, en medio del desierto entre Túnez y Libia.
Llevaba siete años trabajando en Libia como pintor, en la ciudad de Zuara, 120 km al oeste de Trípoli. Pero junto a su esposa, decidieron dejar la localidad para escolarizar a su hija en francés en Túnez.
Su caso era diferente al de los miles de migrantes que buscar emigrar clandestinamente a Europa cruzando el mar Mediterráneo desde el litoral tunecino para llegar a Italia.
La prioridad era que Marie fuera escolarizada "donde se habla francés porque, desde que nació, nunca fue a la escuela", cuenta su padre a la AFP en un suburbio de Trípoli, subrayando que otros africanos afirmaban que Túnez era una buena opción.
Sin embargo, no pudieron presentarse en el puesto fronterizo por falta de documentación. La primera vez que fueron interceptados fue el 13 de julio en la ciudad tunecina de Ben Guerdane. Las autoridades los devolvieron al desierto libio, bajo un sol abrasador.
Durante la noche, deciden nuevamente llegar a Túnez.
Al amanecer, Pato, Fati y Marie, que no habían bebido desde hace 24 horas, se cruzaron con una mujer y le pidieron agua. Los envió a la mezquita, pero cinco minutos más tarde llegó la policía tunecina.
La familia fue llevada a una comisaría donde había "una decena de otros subsaharianos", cuenta Pato.
"Nos golpearon y registraron. Luego nos sentaron en la arena al sol", antes de trasladarnos a otro puesto "donde nos golpearon nuevamente diciendo que nos enviarían de regreso a Libia", detalla, indicando que allí había otro grupo de "unos treinta subsaharianos".
"Nos quitaron nuestros teléfonos, los rompieron delante de nosotros, y nuestras identificaciones", dice.
A continuación, Pato, su familia y otros africanos fueron conducidos en camión a la frontera. "Nos abandonaron junto a una trinchera, diciéndonos que cruzáramos y fuéramos directamente a Libia. Nos amenazaron con armas", cuenta.
- Lugar y momento equivocados -
En el desierto, "estaba agotado. Llevábamos cuatro días caminando sin comer ni beber. Me caí. Los tres llorábamos. Mi esposa me pidió que intentara levantarme y continuar", prosigue.
Pato logró convencer a Fati de seguir camino para "intentar salvar a la niña".
"Sentí que todo había terminado para mí. Le pedí a mi esposa que se fuera y me dejara", relata.
Pasaron más de dos semanas, pero el dolor sigue siendo insoportable.
La foto de los cuerpos de Fati y Marie dio la vuelta al mundo en un momento en que las organizaciones humanitarias y la ONU denuncian "la expulsión de migrantes" en las fronteras con Libia y Argelia, a pesar de las enérgicas negativas de las autoridades tunecinas.
Pato y su familia no eran parte de los cientos de africanos presentes en Túnez, expulsados de la ciudad portuaria Sfax -epicentro de la emigración hacia Italia- después de una riña que causó la muerte de un tunecino el 3 de julio.
Varias ONG documentaron el abandono por las fuerzas tunecinas de cientos de africanos (al menos 1.200, según HRW) en zonas inhóspitas en las fronteras libia y argelina.
Ellos tres simplemente se encontraron en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
Pato sobrevivió gracias a dos sudaneses que le dieron agua, pero Fati y Marie, perdidas en la inmensidad desértica, murieron de sed.
Su historia da un rostro a los 24 cuerpos descubiertos, según un balance de fuentes humanitarias, en el desierto libio desde principios de julio.
Hoy, Pato, que ya no tiene familia en Camerún, está en contacto con el ACNUR, la agencia de la ONU para los Refugiados, y Médicos sin Fronteras para obtener el estatuto de solicitante de asilo y apoyo psicológico. "Pensé en suicidarme varias veces", confiesa.
Para seguir adelante, recuerda cómo Fati, su "fuente de motivación", le decía "'no te desanimes, vamos a alcanzar nuestros objetivos'".
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E.Klein--LiLuX