La comunidad siria en Moscú se inquieta por la nueva era en su país
Georgina Deiratani, una siria cristiana que vive en Moscú desde hace unas dos décadas, está todavía "conmocionada" por la caída y la huida a Rusia del presidente Bashar al Asad.
"Todo el mundo me dice 'felicidades', pero para mí esto es el fin de Siria", dice la mujer de 37 años, una de los miles de sirios que se estima que viven en la capital rusa.
Georgina recuerda haber crecido en un país donde las distintas comunidades vivían en armonía, pero no menciona las brutalidades de medio siglo de dictadura de Asad padre e hijo.
"Vivíamos bien juntos: judíos, cristianos, musulmanes, todos en la misma calle... Había respeto por cada religión", afirma Deiratani, que se trasladó a Moscú con su madre rusa después del deceso de su padre.
"Deseaba a mis amigos un feliz Ramadán y ellos me deseaban una feliz Navidad", afirma.
Deiratani cuenta que el derrumbamiento de la dictadura en apenas unos días representó un golpe para ella porque ahora los rebeldes islamistas están en el poder.
La coalición rebelde que tumbó a Al Asad está liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham, antes afiliada a Al Qaida y considerada una organización "terrorista" por varios gobiernos occidentales.
Sin embargo, en los últimos tiempos, el grupo ha moderado su retórica, ha roto relaciones con el yihadismo y ha asegurado a la comunidad internacional que las minorías de Siria, también las religiosas, serán protegidas.
"Un terrorista es siempre un terrorista, no importa su organización", afirma esta doctora, que se declara "muy asustada" por el futuro de los cristianos en Siria.
- "Todo el mundo tiene miedo" -
Rusia mantiene fuertes lazos con Siria desde la época soviética. La comunidad siria en Rusia contaba con unas 7.000 personas en 2017, incluyendo 2.000 que solicitaron asilo, según los últimos datos oficiales disponibles.
Ali, un ingeniero de 33 años que vive en Moscú desde hace dos años, también está preocupado.
"Estos que ahora están en el poder en Siria figuran en una lista terrorista y hay un gran peligro para las minorías sirias", afirma.
Procedente de Latakia, la cuna de la familia Asad en el oeste de Siria, Ali pertenece a la minoría alauita del presidente derrocado, una rama del islam chiita.
El ingeniero no quiere dar su apellido por temor a represalias contra sus padres, que todavía viven en Siria. "Todo el mundo tiene miedo en Latakia", asegura.
"Han tumbado las estatuas del padre de Bashar al Asad, Hafez, y destruido su tumba. Están intentando asustar a la gente y dicen que no se detendrán allí", afirma.
No obstante, dice "entender" la furia contra Asad, al que no se ha visto desde que huyó a Moscú cuando los rebeldes entraron a Damasco.
"No estamos intentando esconder los crímenes del antiguo régimen (...) Era una máquina de extorsionar dinero a la población", afirma.
"Los soldados vivían en la miseria (...) No sorprende que no quisieran luchar por él", agrega.
En palabras de Dieratani, Asad era una "bestia salvaje" pero los sirios "aprendieron a vivir conforme a sus reglas".
"¿Qué podemos esperar ahora? ¿Un segundo Afganistán? Entonces adiós a mi patria para siempre".
B.Diederich--LiLuX